Después de recuperarse de un ataque de tuberculosis acentuado por la humedad de su celda en diciembre de 1988 Mandela fue trasladado a la prisión de Víctor Verster cerca de Paarl. Allí habitó con las comodidades de un guardia de seguridad, ya que tenía un cocinero a su servicio y disponía de tiempo para completar sus estudios. Además se le permitió recibir visitas, tales como el activista antiapartheid y viejo conocido,Harry Schwarz. También sostuvo comunicación en secreto con Oliver Tambo, que se encontraba en el exilio. Para 1989 Botha sufrió una apoplejía, y pese a que retuvo la presidencia del país, decidió retirarse como el líder del Partido Nacional y fue reemplazado por Frederik de Klerk. En el ínterín, y de forma sorpresiva, Botha invitó a Mandela a una reunión en el mes julio y de paso tomar el té, algo que el mismo Mandela consideró un gesto formidable. Botha fue reemplazado como presidente por De Klerk seis semanas después. El nuevo mandatario creía que el apartheid era insostenible, por lo que liberó incondicionalmente a todos los prisioneros del CNA, excepto a Mandela. Con la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, De Klerk convocó a su gabinete a un debate que pondría en discusión la legalización del CNA, y la posterior liberación de Mandela. Pese a que algunos se oponían al plan de forma tajante, De Klerk se encontró con Mandela en diciembre para discutir sobre la situación política, un encuentro que ambos consideraron muy amigable y que fue el preludio de la excarcelación sin condición alguna, junto a la legalización de los partidos políticos clandestinos el 2 de febrero de 1990. Poco después, se autorizó que las fotografías de Mandela se publicasen en los medios del país por primera vez en veinte años.
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